Cálida como siempre
miré detenidamente aquello que había mirado siempre
y hoy se veía diferente.
Tu sudor recorría tu suave piel
y yo moría de sed.
Besé lentamente tu espalda y con mis dedos
toque aquella parte mas ligera que el aire;
pero más fuerte que el mar
y más húmedo que el deseo.
¡Hazlo ahora! ¡Hazlo ya!
gritaban mis manos gritaban mi piel.
Mi rincón muere por ti y fue ahí cuando por primera vez sentí.
El pecado original del que tanto me acusan.
Sentí el cielo y el mar juntos por primera vez.
La virgen de mi cuerpo se fue
cuando sentí al amor verdadero
dentro de mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario