miércoles, 8 de mayo de 2013

Almas Líquidas

ELLA

Ella tenía que estar en contacto con el agua. Se lavaba las manos una y otra vez. Bajo la ducha se enjabonaba lentamente mientras sentía caer las gotas calientes a sus pies.
Hoy era un día de tormenta el aguacero regaba las calles, las plazas , los campos y la hacía sentir plena de dicha, pues esos días podía abandonar su refugio tras los grandes ventanales y salir al descampado para chapotear en los charcos como una niña.

Su amor por el agua, era tan intenso que no falto más que algún especialista que le dijo que tenia un trastorno obsesivo compulsivo. Le daba igual. Pronto se trasladaría a la zona costera donde podría saltar por los arrecifes y entre rocas, lanzarse al agua, pasear sin rumbo por la orilla.

EL

El adoraba sentir el contacto sensual del agua cuando en la bañera resbalaba el chorro por su espalda.
A veces se sumergía en el río cercano a su cabaña, porque disfrutaba el contacto de la naturaleza.
Cuando lo sorprendía un chaparrón en el medio del bosque, no se guarecía, se quitaba la camisa y caminaba con los brazos alzados sintiendo las carias de las gotas.
Algunos le decían que con el frío enfermaría y hasta pensaba que estaba medio loco, pero él ignoraba toda murmuración o consejo.
Alguna vez, sin embargo, se pregunto si lo suyo era normal y si en el mundo habría otra persona así, que sintiera lo que él sentía, una afición extrema por el líquido elemento.

Su trabajo le obligaba a viajar de una localidad a otra y esta vez su destino era Irlanda. Se sintió feliz al llegar pues el clima aventuraba lluvias en casi todos los meses del año. Extasiado ante aquel panorama brumoso y frío, se detuvo a un lado de la carretera y observo el paisaje gris, desleído por la niebla.
Estaba por marcharse cuando observó una muchacha que se apresuraba a cruzar la carretera en dirección a él. La visión se convirtió en asombro.

Nunca había visto una mujer tan bella y enseguida se sintió subyagado por la hermosura de aquella criatura que se acercaba con pasos lentos pero decididos.



Tímido, lejos de su hogar no se creía capaz de hablarle, pero su imaginación voló figurándose una danza bajo la lluvia, con aquella chiquilla y un algo le decía que ambos lo deseaban, como si el placer de sentir las gotas de lluvia fuera algo predestinado que ambos, sin saberlo, debían cumplir en sus vidas.

Ella llegó junto a él, lo miró, un trueno lejano rubricó el momento y todo auguró que sus caminos finalmente habían coincidido en un recodo del destino. Sin decir palabra, el tomó una de sus manos, abrasó su talle y una melodía que solo ellos escuchaban les impulsó a la danza.
Una danza con sabor de gotas que caían mojado sus alientos, sus almas y sus ilusiones.

En Irlanda pasan cosas extrañas, es tierra de magia de duendes, de hadas que cumplen sueños.
Los giros de aquellos cuerpos jóvenes empapados, fueron volviéndose traslúcidos, suaves, líquidos y poco a poco se compenetraron en un solo ser y un sólo sentir.

En un momento sus cuerpos se disolvieron y se confundieron con las corrientes que formaba la lluvia que caía cada vez mas intensa, y mientras sus esencias corrían juntas cuesta abajo camino del mar, finalmente entendieron el porqué de su obsesión por el agua.

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