Cuando te acaricie me di cuenta que había vivido
toda la vida
con las manos vacías.
Cuando te besé y saboree tus labios,
comprendí que mi boca no bebió nunca
de un manantial tan puro.
Cuando hicimos el amor,
mi piel se lleno de tu piel y nuestras ansias
se unieron por primera vez.
Floreciendo de nuestras almas la dicha del amor
en cada beso, en cada caricia y en cada entrega
somos uno sólo.
Se desde ese momento, que mi piel,
mis labios y mis manos,
han renacido con tu manantial y se han llenado de ti
haciendome feliz
en cada entrega de nuestros cuerpos.
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