de una mano de nieve,
que tenia la apariencia de un lirio desmallado
y el palpitar de un ave en la agonía.
Y sucedió que un día
aquella mano suave de palidez de cirio,
de languidez de lirio.
De palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso.
Que ya no pudo mas el pobre preso
y se escapó; más, con voluble giro
huyo la mano hasta el confín lejano
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro...
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