Una mujer de 40 años viaja en el Metro, atestado de gente. Nota que alguien que va sentado comienza a acariciarle la pierna. Esta a punto de ponerse a gritar y darle un bofeton; pero se da cuenta de que se trata de un hombre que viaja habitualmente a la misma hora que ella y por el que siente atracción. Se deja acariciar, pues también ve que el tren esta deteniéndose.
Por la noche, en la soledad de su cama, recuerda el incidente de aquella mañana, desliza su mano derecha a través de su braguita y....piensa que no es su mano la que anda por allí que es la mano de aquel hombre y se siente excitada recordando que él la acaricia, la besa, la toma y la hace suya.
Que su piel se le eriza porque sin pensarlo el hombre ese es su amor del metro que siempre le atrajo.
Su mano se balanceaba danzando por su clítoris. Ella estaba alterada excitada por esa sensación quería volver a ver su rostro, su cara. Con la otra mano se tocaba sus senos era todo un sueño hermoso que quería hacer realidad.
Al día siguiente volvió a encontrarse con él en el metro; pero esta vez ella tomo la decisión de actuar. El siempre muy correcto la saludo y se bajaron en la misma estación y ella le dijo; -Te invito a un café.
Estuvieron desayunando juntos y el le dejo: - Quieres acompañarme a un lugar tengo que ir a un hotel a recoger algo me acompañas y accedió.
El era representante de algo y tenia una habitación allá y subieron juntos, allí en la soledad de la habitación charlaron largo y tendido y se desnudaron el alma.
Ella ese día llevaba liguero pero no braguitas, él no lo sabia pero al tocarle en el sofá se dio cuenta y se excitó con pensar como seria su bello sexo.
Que iba a verlo, saborearlo y poseerla de verdad. Se besaron, se alborotaron las sabanas de la habitación y se dieron a beber las ansias de sus pieles entre sudor y néctares de sabores de todo lo suyo, de todo lo de ella y tuvieron orgasmos placenteros y bellos.
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