En medio de la noche sentí un cosquilleo en la espalda, unos dedos dibujaban mi columna hasta perderse
en el infinito, acariciaban mis glúteos y un gemir hizo llenar mis pulmones de aire, otra mano se deslizaba sobre mi pierna.
Cada poro de mi piel se electrizaba con su tacto. su cuerpo estaba contra el mío su aliento penetraba en mi pelo, sus labios chocaban contra mi cuello.
Intente girarme para buscar sus labios y fundirme en ellos, pero con suave fuerza me mantuvo en mi sitio, el no quería mostrarme su cara.
Yo permanecí quieta con miedo de que fuera un sueño aquello, que se desvaneciera. Disfrutaría cada segundo de lo que me diera, sus manos se movían por mi cuerpo dibujando con sus dedos mis curvas.
Al encontrarse con mis pechos pude oír su voz o mejor dicho su jadeo sensual que hizo que mi cuerpo reclamara más de él. Quería más, no era suficiente con sus caricias, mi cuerpo excitado se estremecía entre jadeos le pedía me hiciera suya, necesitaba sentirle dentro de mí.
En un solo movimiento brusco le tenía sobre mí y por primera vez sentí sus labios sobre los míos, primero un tímido beso de reconocimiento, al separar sus labios de los míos me incorporé y los busque hasta encontrarlos de nuevo, esta vez no había timidez, nuestros labios se entregaron el uno al otro reconociéndose, milímetro a milímetro.
Nuestras lenguas jugaron hasta que nuestros labios adormecidos se separaron para seguir caminos diferentes. Los míos buscaron su pecho firme donde mi lengua dibujo sus pezones, sus labios siguieron el camino de mi cuello dejando u rastro de fuego desde mi oreja hasta mi mentón.
Notaba la solidez y la dimensión de su miembro, sentí la humedad entre mis piernas al pensar de recibirlo dentro de mí.
Con mis manos rodee su miembro acariciando su piel, tanteándole y dirigiéndole hacía donde quería sentirle, estaba enfebrecida por el deseo, necesitando sentirle dentro de mi cuerpo, su erección estaba dura como el acero y caliente.
Levante las caderas para recibirle, su miembro se puso en mi compuerta, latía entrando en mí y mi cueva le daba la bienvenida. Su investida fue fuerte y profunda, no pude reprimir un gran gemido de placer. Luego invistió con mas dureza, bajo su cabeza hasta mi hombro y enrede mis dedos sobre su pelo a medida que le incrementaba el ritmo, mi cuerpo y su cuerpo temblaba a la espera de la llegada del orgasmo.
Nuestros cuerpos cayeron exhaustos y nos fundimos en uno. Nuestros labios se buscaban una y otra vez, nuestros cuerpos desnudos y enredados el uno con el otro, en un abrazo eterno.
De sus labios salieron las mas dulces y curiosas palabras, definiendo lo que siente por mi. Cuando ya casi me quedaba dormida, busque su mirada pero ya había desaparecido, todo había sido un sueño, dulce sueño.
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